diciembre 6, 2016
Una breve historia de los ataques DDoS
Tarde o temprano sucedería: la definición de “DDoS” ha calado tanto en el léxico que a menudo no se escribe al completo en los periódicos de interés público. Bueno, puede que algunos aún no sepan qué significa la abreviación, pero todos saben que un DDoS es peligroso para un gran número de objetivos porque provoca que algo muy importante deje de funcionar y que los empleados se crucen de brazos durante el tiempo que la red no funcione y que los teléfonos de soporte técnico necesiten un baño frío por el sobrecalentamiento que experimentan al no dejar de sonar. Además, todos saben que un ataque DDoS es llevado a cabo por ciberenemigos desconocidos y misteriosos.
Los ataques DDoS han evolucionado muy rápido, como descubrirás leyendo esta entrada. Se han hecho más peligrosos y mucho más avanzados técnicamente hablando; de vez en cuando, adoptan métodos de ataque del todo insólitos; van a por objetivos nuevos; y rompen récords mundiales por ser el mayor y peor ataque DDoS jamás experimentado. Pero, en cambio, el mundo en que los DDoS se encuentran también ha evolucionado muy rápido. Todos los utensilios de cocina están sincronizados en la red: la cifra de dispositivos “inteligentes” conectados a Internet ahora supera la cifra de los antiguos ordenadores y portátiles.
El resultado de ambas evoluciones paralelas (de los DDoS y del panorama digital en el que residen) nos ha traído titulares igualmente evolucionados: botnets de cámaras IP y routers wifi han roto el récord de la magnitud de un DDoS (Mirai) y ataques masivos DDoS en bancos rusos.
Si antes las botnets eran de PCs zombis, pronto serán de neveras, aspiradoras, secadoras y cafeteras zombis.