“Para vivir hay que combatir a los trolls”*

La euforia tras nuestra reciente victoria en solo contra un troll de patentes ha decaído… un poco. Fue muy agradable leer tantas referencias a las buenas noticias ( como esta, esta, esta, esta y esta) y los numerosos comentarios alentadores de nuestros usuarios. Sin embargo, la verdadera lucha apenas acaba de comenzar y todavía queda por delante mucho esfuerzo y confusión, aunque una confusión interesante. Por ello, quizás ahora sea oportuno resumir todo lo sucedido.

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Lo primero y principal: nunca bajes la guardia, por más que te haya ido bien. Nunca te duermas en tus laureles, nunca seas complaciente ni presumido. En nuestro caso, nuestra segunda victoria judicial representa una seria llamada de atención para todos los parásitos de patentes, por lo que es posible que en la próxima batalla se jueguen todo, aunque sólo sea por principios.  Debemos estar preparados para ello. Sólo piénsalo, ¿cómo podemos hablar de principios cuando hablamos de los trolls de patentes? La palabra principio no contiene el símbolo del dólar (sin duda les gustaría patentar el artilugio ‘principio$’). De todas maneras, nuestros brillantes abogados no han bajado los brazos y se están preparando para la guerra: se están rearmando, están limpiando sus rifles y afilando sus bayonetas… Se ha aprobado el presupuesto de guerra y los fondos están disponibles. Estamos 100% listos para dar batalla.

¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Dónde, a escala mundial, las sanguijuelas de los patentes están amenazando a la innovación? Para comprender esta paradójica contradicción social, tenemos que ahondar en la economía del negocio de los trolls. Ya me referido anteriormente a este tema, pero démosle ahora otra mirada, esta vez desde una perspectiva diferente.

El alimento vital del negocio de los trolls de patentes es el siguiente:

  • Las imperfecciones en el sistema norteamericano de patentes que recurre a fórmulas concretas inadecuadas para describir patentes y permite la protección de ideas y no de su implementación práctica.
  • Una extraña particularidad del sistema legal norteamericano que dictamina que cada una de las partes en juicio asuma sus propios costes legales, cualquiera sea el veredicto.
  • La imposibilidad de contratacar, ya que los trolls no producen nada y suelen escudarse en numerosas carcasas. Lo máximo que se puede conseguir de ellos es la invalidación de una patente y que se resarzan los costes legales, pero esto es extremadamente caro, prolongado y riesgoso.

La introducción de cambios en los primer y tercer puntos ya está en camino (¡hurra!), y nosotros también estamos haciendo nuestra parte: en forma conjunta con otros actores de la industria informática estamos presionando al gobierno para que introduzca reformas, al mismo tiempo que ayudamos con nuestros innovadores consejos y conocimientos para contrarrestar la insensatez de los trolls.

El segundo punto resulta más interesante…

¿En qué se apoyan los trolls cuando lanzan sus envíos masivos de cartas exigiendo deducciones de licencias por violar una patente?

Primero, que las grandes compañías consideran mucho más barato, y menos riesgoso, ceder, aun cuando cuentan con los recursos para pelear legalmente. Se calcula cuidadosamente la magnitud de las cifras de las posibles demandas judiciales y se la compara con las relativamente minúsculas sumas de una negociación amigable, que suelen ser unas cien veces menores.

Segundo, que las pequeñas empresas sencillamente no cuentan con los suficientes fondos para siquiera contemplar los costes judiciales, por lo que no les queda otra opción que negociar.

En ambos casos, las cuentas bancarias de las sanguijuelas de patentes engordan, lo que a su vez les proporciona más fondos para adquirir más patentes y entablar más acciones judiciales. Y así sucesivamente aumenta la espiral de lo absurdo y el juego sucio.

Entonces, ¿cómo detener esta demencia? ¿Existe remedio para este flagelo?

Bueno, existe un remedio bajo receta que podría ser efectivo si se lo administra siguiendo rigurosamente las instrucciones. Esta medicina contiene un ingrediente eficaz: que las grandes compañías cambien su cortoplacismo.

Las grandes firmas piensan así: si vamos a juicio, terminaremos gastando X$ millones, mientras que si negociamos, apenas serán unos YYY$ miles, por el momento. Para resguardar su seguridad, pagan a los trolls por la licencia de ‘paquetes de patentes’, e incluso llegan a unírseles como inversionistas, lo que les permite obtener dichos paquetes a precios de gallina muerta. A propósito, esto a veces resulta en situaciones comiquísimas en las que los inversionistas terminan… ¡enjuiciándose a sí mismos (como Google) o a sus propios partners (como Apple)!

En otras palabras, las grandes compañías actúan según el clásico fetiche (ganancias a corto plazo) capitalista (propietario/inversionista-complaciente), y no piensan en el futuro a largo plazo. Pero esa lógica está corrupta, ya que a la larga los costes totales de repetidas negociaciones inevitablemente resultarán ser mayores a los necesarios para la sistemática batalla contra los trolls y el sistema de patentes en general.

El problema se debe que los gerentes de las grandes compañías solo piensan en sus propios intereses egoístas y cortoplacistas; después de todo, y sobre todo hoy en día, es raro que los ejecutivos de alto nivel permanezcan en su puesto por más de cinco años. ¿Para qué dañar los fundamentos de la compañía que dirigen con costosas y sangrientas batallas contra los trolls, batallas que podrían comprometer sus carreras más rápidamente que decir ‘resultados financieros anuales’?

Los propietarios o inversionistas de estas grandes compañías empeoran las cosas con su motivación fetichista de las ganancias a corto plazo. ¿Qué les importa las ideas de justicia social en el mundo, prosperidad a largo plazo o desarrollo tecnológico? No defenderse contra los trolls significa que sus acciones aumentan su valor al corto plazo, esperando venderlas al mediano plazo, y eso es todo.

Me temo que este es el status-quo.

Entonces, ¿qué pasa con las pequeñas compañías que no pueden cubrir sus costes legales? Bueno, primero permítanme darles algunos datos para demostrarles cuán amplia es la brecha entre los fondos y los costes necesarios para las pequeñas empresas. Dos juicios con los trolls nos costaron 2,5$ millones y 1,5$ millones, respectivamente. Y ahora que los tentáculos de los trolls llegan a los pequeños desarrolladores privados de aplicaciones móviles, resulta descaradamente obvio que estos pequeños desarrolladores no tienen el dinero para enfrentarse a las sanguijuelas de patentes. Entonces los trolls los trasquilan de otra forma: las regalías.

Ante tal grado de avaricia de los trolls, las pequeñas firmas claramente necesitan apoyo, es decir, fondos para encarar los costes legales, y un grupo de apoyo para coordinar esfuerzos compartidos. Sí, ya existe la organización de interés público EFF, un grupo compuesto por abogados privados y corporativos expertos en patentes que brinda asesoramiento y apoyo, pero… las cosas no han cambiado mucho en el escenario de los parásitos de patentes. De haberlo hecho, ¿por qué la absoluta mayoría de fabricantes de software aún prefiere seguir alimentando a los trolls?

¿Cómo pueden ponerse en práctica estos fondos y grupo, quiénes participarían, etc., etc.? Aún no queda completamente claro. Es un tema delicado, y en este momento seguimos en la etapa de pensarlo.

Mientras tanto, seguimos compartiendo nuestra experiencia antitroll y el conocimiento que de ello se desprende, aconsejando sobre cómo conducirse en la corte, cómo prepararse, qué argumentos utilizar, etc. Si la mencionada organización de apoyo (con todos los dientes crecidos) funcionara, no sólo ayudaría a que miles de genuinos innovadores pongan sus ideas en práctica por el bien de la humanidad y del planeta, sino que también, ojalá, rompa el Catch-22 de la extorsión de patentes . Tan pronto como los costes legales de los troles superen a sus ganancias, y que a su vez los costes legales de sus víctimas disminuyan, les privaremos a estos parásitos de su razón económica de existir y venceremos a esta enfermedad de una vez por todas al destruir su causa esencial.

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Los trolls de patentes, no nos confundamos, no son esos tiernos objetos peludos con ojitos de gato que aparecen en los libros de fábulas infantiles. Los trolls de patentes son parásitos abominables, codiciosos, inescrupulosos, improductivos que sólo buscan succionar su dinero a la vanguardia tecnológica. Al mismo tiempo, ¡tienen la desfachatez de repetirle al mundo cuán importantes y útiles se creen para la sociedad y el desarrollo global! (sic).

En 2011, sólo en EE.UU. el coste del chantaje de los trolls asciende a unos 80$ mil millones, tomando en cuenta todos los costes directos e indirectos. Estoy seguro que en 2012 esta suma no será menor. Y si calculamos las pérdidas en los últimos cinco años, tenemos la impresionante suma de ¡400$ mil millones! ¿Y dónde va a parar todo ese dinero? No a nuevas invenciones, sin duda alguna. Me pregunto qué hubiera producido todo ese dinero si los trolls no se lo hubiesen succionado a la innovación. Muchas cosas, sin duda alguna.

Entonces, la conclusión es clara: Es hora de terminar con la tragedia troll de una vez por todas. Que comience la batalla.

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