Altái 2016: El colorido monte Beluja

Nuestro primer destino fue el monte Beluja. Es un lugar famoso, pero solo en ciertos ámbitos, lo que es una pena porque el sitio es del todo impresionante. Es precioso, monumental, gigantesco. Hay nieve, glaciares, rocas de colores, vegetación, ríos blancos (“harina de roca”) y cascadas espumosas y blancas con el agua más deliciosa y pura. Pero decidimos comenzar en el Pueblo de Piedra (un lugar de culto para los conocedores y fans de Roerich y sus fuerzas naturales secretas, en busca de un Altai Shambhala). Después de un pequeño paseo a lo largo del Jarl, te lleva hacia la corriente del mismo nombre (puedes verla aquí).

El pueblo de Piedra no generó mucho entusiasmo. Un miembro del grupo lo llamó una colección de materiales de construcción de origen local.

Pero los colores de los escenarios que lo rodean son de otro mundo. Las rocas son naranjas, rojas, moradas, blancas y algunas de colores sobrenaturales (un tipo de níquel y plata).

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Podrías sentarte a admirar estos paisajes durante horas, en especial desde la cima de la cadena montañosa de colores que divide el valle en dos.

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Querrás meditar al mirar estas maravillas de la naturaleza. Luego, cuando tu mente esté despejada e iluminada, empezará a viajar y, tras charlar un poco con tus compañeros, que también estarán mirando el paisaje, quizá se te pase por la cabeza lo siguiente (¿o las recordarás?): “La primera expedición sin alcohol para estudiar las capas superiores del prana”. Podría tratarse de nosotros, en la cima de unas montañas multicolor.

Y, sin duda, sientes algo extraño.

Alguna fuerza o algún tipo de energía misteriosa penetra en ti y… es difícil de explicar. Probablemente sea que se están despejando los chakras obstruidos. ” Y, si te levantas bien, la energía sube hasta la cabeza” (estaba escrito en el diario de viaje). Sin embargo, quizás fue después de que mi cabeza se quemara por el sol. 🙂

Pero es hora de dejar el tema astral para pasar lentamente hacia nuestro próximo destino.

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Tengo un sueño: la próxima vez que venga aquí (y tengo que volver sí o sí), deberíamos ir por toda la montaña, después subir por la parte izquierda de la cima y bajar por el camino hasta llegar al arroyo. Como en la foto de abajo: en el lado derecho de la montaña y después hacia la izquierda para volver al bosque.

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El monte Beluja te atrae con su grandeza. Los picos blancos (hay varios), los escarpados glaciares… y la poderosa enormidad te cautivan.

Pero no planeábamos escalarlo. No hubiera sido tarea fácil, aunque la montaña “solo” tenga 4,509 metros de altura. Escalar el Beluja requiere un equipo y un entrenamiento especiales. No teníamos ninguna de las cosas. De todos modos, nuestra ruta se llamaba “Gran ruta de agua” y no “Gran ruta del hielo”.

Pero dar un paseo por el valle hacia los glaciares es obligatorio. No teníamos bastante tiempo para llegar a los glaciares, pero escalarlos no era parte del plan. Sin embargo, sí que dimos un largo paseo.

Recordatorio: la próxima vez, tenemos que ir al campamento base en el glaciar y pasar la noche allí para admirar el Beluja de noche y de día. Se llega por ahí, por el arroyo entre las morrenas.

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Deben saber que estos lugares se encuentran en una zona fronteriza, lo que significa que se necesitan permisos que deben tramitarse con antelación.

Dimos un breve paseo por la Capilla Ortodoxa (también llamada La Iglesia de los alpinistas perdidos) y después continuamos con nuestra ruta.

Y ahora algunas palabras sobre el transporte de nuestra expedición.

¿Cómo llegar a Beluja si está rodeado de glaciares y de rocas multicolor? La ruta más corta es viajar en avión a Gorno-Altaisk y después hacer 440 km en coche hasta la villa Tungur. Una parte del camino (alrededor de 160 km) recorre la famosa autopista Chuya. Esta parte del camino es algo llana, con una superficie de asfalto, marcas viales, señales y unas vistas bonitas.

Después de girar hacia Tungur, el asfalto casi no se nota y empieza a haber baches y polvo. Pero las vistas de alrededor son más cercanas y bonitas.

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Los turistas suelen llegar a Tungur por la noche. Aquí puedes acampar en tiendas o pasar la noche en centros turísticos que tienen habitaciones separadas con una ducha, acceso a Internet y una sauna con una piscina.

Y, a primera hora, salimos hacia el Monte Beluja.

Podríamos viajar hasta allí en helicóptero, pero consideramos que no sería muy deportivo. Las otras opciones eran ir a pie o a caballo. Escogimos un término medio: nuestras maletas las llevaban los caballos y nosotros caminamos con mochilas ligeras y otro equipaje ligero. Ah, y en una parte del camino, en el primer paso montañoso, viajamos en una GAZ-66 por caminos como este:

Después de eso, fuimos todo el rato a pie y no escogimos la ruta más corta: para poder ver todo lo que pudiéramos y meditar, tomamos una ruta indirecta, pasando por desfiladeros.

Sin embargo, los primeros días de meditación estaban nublados y la humedad que trajeron las esponjosas nubes no era muy apta para meditar.

Pero fue fácil imaginar que la belleza del cielo, todas las estrellas y las capas superiores del prana estaban ahí, tras las nubes. Los guías estaban de acuerdo, decían que “el buen clima en Altái se aprecia varias veces al día”. Estas fueron unas palabras motivadoras durante el paseo de nuestra expedición.

Las bolsas impermeables resultaban un poco raras y graciosas en un fondo con los caballos.

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Al final, llegamos al paso donde vimos por primera vez el Beluja. ¡Guau!

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Por cierto, este paso montañoso fue el primer punto donde pude usar un móvil hasta que volvimos a la “civilización”. Más adelante fue imposible comunicarse, excepto por la comunicación por satélite, claro.

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¡Hacia Beluja!

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Pero, primero que todo, dimos un paso por las colinas (colinas aisladas con cumbres planas desgastadas con el paso del tiempo).

Y después subimos y bajamos por las colinas, que estaban un poco empinadas y eran un poco rocosas en algunas partes, disfrutando de las vistas empapados de sudor y sintiendo pena por los caballos. Aunque tienen “tracción integrada”, se resbalaban y tropezaban en los mismos lugares que nosotros.

Beluja se acerca cada vez más…

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El lago Akkem

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Y aquí está el comienzo del río Akkem.

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Se dice que el río se utilizaba para hacer rafting, pero al mirar el árbol que se encuentra al otro lado, lo dudé.

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¡Hemos llegado!

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Diré algo sobre la vida en Lago Akkem. ¡Hay muchísima gente! Hacía mucho que no estaba allí, así que no puedo comparar. Sin embargo, parece que todo el mundo se divertía y cantaba canciones.

Las vistas son fantásticas, tanto por la mañana como por la noche (por el día estuvimos haciendo senderismo).

Hay una caseta con baño (que debes reservar con antelación) en el campamento y un arroyo con agua increíblemente clara, una cabra y algunos perros.

Esta parte del viaje termina aquí.

Al día siguiente volamos en helicóptero al siguiente destino de nuestro viaje por Altái…

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